Acción de Gracias
Acción de Gracias para después de la Sagrada Comunión Alma de Cristo que me conociste en la primera noche de tu vida, que me conociste para amarme más que a los ángeles, para redimirme: Alma de Cristo que me conociste para llorarme, que me llevaste en tu pensamiento pensando que había de ser ingrato hasta, no amarte. Alma de Cristo que te conturbaste en Getsemaní por la fealdad y número de mis pecados. Alma de Cristo, ¡Santifícame! Cuerpo de Cristo. - Cuerpo que no descansaste, que buscando mi corazón no hallaste más que pajas duras frías. Cuerpo de Cristo de rostro atezado por el sol, curtido por los vientos y por las lluvias. Cuerpo de Cristo de labios bendicientes, de manos bienhechoras, de pies ensangrentados, de cabeza que ni aun una piedra, la piedra de mi corazón tuviste para reclinarte. Cuerpo de Cristo que para morir te vestiste en el Huerto de la púrpura de tu sangre y en el Gólgota de los clavos que te clavé yo. ¡Oh Cuerpo de Cristo, por tu pasión y tu muerte. Sálvame! Sangre de Cristo. - Sangre preciosísima, Sangre santísima. Sangre que gota a gota cae en el silencio de la agonía de Jesús. Sangre que filtrándose por la tierra abrasas en amor a las almas del Purgatorio, en ira y dolor a los precitos. Sangre de Cristo, fortaleza de los mártires, pureza de las vírgenes, celo de los confesores. Sangre que en la hora de mi comunión corre por mi sangre. ¡Abrásame! ¡Inflámame! ¡Embriágame! Agua del Costado de Cristo. - Agua limpísima, Purísima, fresquísima. Agua de vida inmortal que salta hasta la vida eterna, que yo te beba. ¡Oh Cristo!. Que mis labios están sedientos como los del ciervo herido; que mi garganta está agrietada como barro seco, que mi pecho arde como volcán encendido, que mi corazón se abrasa como se abrasa al sol la pobre flor del campo. ¡Oh Señor! que muero de sed, que ruge la tentación. Agua del Costado de Cristo, ¡Lávame! Pasión de Cristo que hizo llorar a los ángeles de paz, temblar a la tierra, obscurecerse al sol. Pasión de Cristo que con los golpes que recibiste tallaste una a una las escaleras del cielo y las esmaltaste con tus lágrimas mil veces más hermosas y puras que las perlas del mar y con tu sangre Preciosísima las alfombraste. Pasión de Cristo, bandera de victoria, grito de guerra, canto de gloria. Pasión de amor que te clavó en la Cruz. ¡Confórtame! ¡Oh Buen Jesús! - Entre el tumulto de todas las voces, que a pesar mío se levantan en mi, voces del pasado que me confunden, voces del porvenir que me inquietan, voces del presente que me turban. ¡Oh Jesús oye mi pobre gemido como el del agonizante entre olas. Manda a los mares que se calmen, a los vientos que se apacigüen. ¡Oh Jesús! oye mi grito. ¡Óyeme! Dentro de tus Llagas. - Jesús, que viene a buscarme el mundo, que el enemigo me persigue, y aun dentro de mí, fieras de mil figuras abren sus horribles fauces queriendo devorar mi alma. Déjame entrar, abre la puerta. ¡Señor! que dentro de tu corazón resplandece el cielo, reina la paz, seré tu esclavo ¡Señor! pero dentro de tus llagas ¡amor mío! ¡Escóndeme! No permitas me separe de ti. ¡Señor! pero ¿adónde iré? Sin ti ni el sol tiene luz, ni perfume y belleza las flores, ni bondad el corazón, ni alegría la vida. No, no, como ahora estás en mí, borrando con tu piedad las manchas de mi corazón y encendiéndolo en amor con tus besos; así, amándole como me amas Tú si fuera posible; siempre unidos ¡Señor! porque si me aparto se que muero, no permitas que me separe de Ti. Del enemigo maligno defiéndeme. Aviva ¡Señor! la luz de mi fe, enciéndela con el fuego de tu caridad y dime ahora una de esas palabras tuyas que son de vida eterna y así viviré en ti, y si Tú estás conmigo, ¿quién contra mi? ¿Qué podrá el antro entero si la sombra de tus manos protege mí vida? ¡Defiéndeme! En la hora de mi muerte estaré jadeante, pálido, sudoroso; tal vez negras olas serán el sudario de mi agonía; quién sabe si purificarán las lacras de mi cuerpo las llamas de un incendio, o sucumbiré entre astillas de un carruaje roto y entre el polvo del camino, o a la hora del brindis de un festín. ¡Señor! acepto la muerte, no, digo mal, la deseo con el Apóstol, deseo disolverme para estar con Cristo. Solo una cosa te pido ¡Señor! y te la pido ahora, ahora que tan junto, tan dentro estás de mi; te la pido con toda la vehemencia de mi alma, con todas las ansias de mi corazón; te pido que si te he de ofender venga ahora mismo la muerte ¡por favor, Jesús llámame! Mándame ir a Ti. - Yo sé ¡Señor! que ante el resplandor de tu divina hermosura destacarán con relieve las manchas de mi alma, se que entonces comprenderé lo mucho que me has amado y lo poco que te amé, pero ¿por qué esperar hasta entonces? ¡Señor! en este momento en que me estás dando toda tu vida, dame, Señor, la humildad y el amor que me falta y te diré como el profeta, habla señor, que tu siervo escucha. ¡Señor! infunde tu gracia y mándame ir a Ti. Para que con Tus Santos te alabe - Te alabe con la luz y con las sombras, con las nieves y con los fuegos, con los rayos y con los céfiros, con las aves, los peces y las fieras. Te alabe con cuanto es, ha sido y será. Te alabe con las benditas almas del Purgatorio, - con la Iglesia santa militante y con los gloriosos Bienaventurados de la triunfante. Te alabo ¡Señor! contigo mismo y uniendo mi débil gemido a tu voz divina, alabamos al Omnipotente, te adoramos y te damos gracias y pedimos por vivos, agonizantes y difuntos, por orden de obligación, necesidad y caridad, y pedimos propiciación por nuestros pecados y por los del mundo entero, que con tus Santos te alabe. Por los siglos de los siglos. - Cantaré eternamente tus misericordias. Desde ahora ¡Señor! ordena al río de mi, sangre que cante tu poder, y al corazón que con sus latidos bata la marcha triunfal del amor, a los pensamiento, que tejan guirnaldas de flores puras, a toda alma que desde ahora entone, el ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! que por tu misericordia cantará entre los celestes coros por los siglos de los siglos. Así sea. - ¡Señor! Ahora que la vida me llama con sus quehaceres, dame un abrazo fuerte como tu amor. Bésame en el corazón para que lleve al mundo tus dulzuras; bésame en los labios para que en mis palabras brille tu bondad; bésame en la frente para que con ella brille tu realeza y la mía. ¡Cristiano otro Cristo! ¡Adiós! ¡Jesús! · ¿Qué has dicho? ¡Qué vienes conmigo! ¡Gracias! ¡Oh qué alegría! ¡Si Jesús! ven, que yo prometo no hacerte llorar, Ven, ¡Jesús!, ven. |
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