Así habla el Señor:
«¡Ay de Asiria! El es el bastón de mi ira
y la vara de mi furor está en su mano.
Yo lo envío contra una nación impía,
lo mando contra un pueblo que provocó mi furor,
para saquear los despojos y arrebatar el botín,
y pisotearlo como al barro de las calles.
Pero él no lo entiende así,
no es eso lo que se propone:
él no piensa más que en destruir
y en barrer una nación tras otra».
Porque el rey de Asiria ha dicho:
«Yo he obrado con la fuerza de mi mano,
y con mi sabiduría, porque soy inteligente.
He desplazado las fronteras de los pueblos
y he saqueado sus reservas:
como un héroe, he derribado
a los que se sientan en tronos.
Mi mano tomó como un nido
las riquezas de los pueblos;
como se juntan huevos abandonados,
así he depredado toda la tierra,
y no hubo nadie que batiera las alas
o abriera el pico para piar».
¿Se gloría el hacha contra el leñador?
¿Se envanece la sierra contra el que la maneja?
¡Como si el bastón manejara al que lo empuña
y el palo levantara al que no es un leño!
Por eso el Señor de los ejércitos
hará que la enfermedad consuma su vigor
y dentro de su carne hará arder una fiebre,
como el ardor del fuego.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
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93, 5-10. 14-15
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R. El Señor no abandona a su pueblo.
Ellos pisotean a tu Pueblo, Señor,
y oprimen a tu herencia;
matan a la viuda y al extranjero,
asesinan a los huérfanos. R.
y exclaman: «El Señor no lo ve,
no se da cuenta el Dios de Jacob».
¡Entiendan, los más necios del pueblo!
y ustedes, insensatos, ¿cuándo recapacitarán? R.
El que hizo el oído, ¿no va a escuchar?
El que formó los ojos, ¿será incapaz de ver?
¿Dejará de castigar el que educa a las naciones
y da a los hombres el conocimiento? R.
Porque el Señor no abandona a su Pueblo
ni deja desamparada a su herencia:
la justicia volverá a los tribunales
y los rectos de corazón la seguirán. R.
Aleluia.
Bendito eres, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños.
Aleluia.
E
VANGELIO
Has revelado estas cosas a los pequeños
Jesús dijo:
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Palabra del Señor.